Déjame vivir mi propia historia.
Déjame sembrar mi propio trigo
sin que sepa que es trigo
lo que siembro.
Déjame sorprenderme con el alba
y a no temer a la oscuridad.
Déjame crecer libre
sin sistemas,
sin reglas, sin rencores,
sin recuerdos
y sin olvidos.
Déjame ser
sacerdote de mi propia soledad.
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