Tengo la edad de mis libros
escondidos en la memoria
de mis sueños ancestrales.
Tengo la lluvia de enero
siempre palpitante en el cuello
y el encuentro de mis manos navegantes.
Tengo pequeños cantos, diminutos ruegos,
alabanzas y hasta largos miedos, que anteceden
a la onírica entrada a la luz de mi esperanza.
Y con el pecho lleno de burbujas,
tengo tiempo, momentos,
esperanza y juegos,
donde la nada abriga mi mañana,
y yo sin esperar encuentro
lo que hace tiempo me busca
y yo sin buscar acepto
porque es mi vida,
porque es mi sueño.
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