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miércoles, 31 de julio de 2024
sábado, 27 de julio de 2024
Mi edad no es la edad de mi puerta,
ni la de mi soledad callada
a esquinas de la sobriedad.
Mi edad
se basa en recuerdos de niños crecidos,
de árboles aún de pie,
y de sueños dueños
del amancer.
Mi edad de perro adulto
que aún juega a despertar cachorro,
lleno de cielos nuevos cada mañana,
pasto verdes y tejidos de nubes.
Mi edad es libre de tiempo.
Como mi amor de castillos sin suelos.
UNA HISTORIA DE PAPEL
Río cuando callo
El desnudo cruel de la memoria
yace absurdo en mi camino.
Oscuro como su silencio,
vacío como en mí el recuerdo.
Templado de asfalto y sol,
cegado de ardiente luz.
Tu cuerpo tan tibio y dormido,
tu cuerpo que nace en mi propia piel.
Y solo sé dormirme en tus manos,
navegando por tus oídos,
cayendo hacia tus ojos cerrados...
Ojos que guardan el secreto de algún sueño
escondido al amanecer.
La inocencia
A veces,
Un punto en la distancia
¿Qué conocemos de la realidad
Y de repente todo se hizo vacío.
He hurgado la muerte con todos mis sentidos,
con mis ideas y mis pensamientos.
La he vivido sin llegar a morir.
La viví, la simulé, la racionalicé, la inventé.
La creé. La esperé. La lloré.
He hurgado mi muerte como cualquier otra muerte.
La he sentido en mi cuerpo, en mi mente,
en mi dolor por morir y en la no-curiosidad por saber
qué podría haber más allá.
En verdad, nada encontré.
Sólo silencio. Sólo oscuridad.
¿Cómo podría haber otra vida después de la muerte?
¿Cómo podría despertar después de cerrar los ojos a la vida?
¿Cómo puedo creerlo
si hasta en la propia vida el mismo sueño no tiene despertar?
He hurgado mi vida viendo cómo se moría, se iba, se apagaba.
Y por mucho que he querido creer,
nada hay,
sólo silencio, sólo oscuridad.
Sólo el final
sin posibilidad de poder cambiarlo.
Me imagino sin momentos,
suspendido en la eternidad.
Vacío totalmente de tiempo.
Sin esperas, ilusiones ni esperanzas.
Contemplando el vacío.
Sin más deseo
que mantenerme en el ahora.
Sin elección.
Sin dudas.
Sin nada que me interese
porque lo tengo todo.
Sin nada que me preocupe
porque no tengo nada que esperar.
Sacando el tiempo,
nada nos queda.
Somos quietud.
Irracionalidad.
Vago final de un sin-comienzo.
¡Qué aburrido!
¿Verdad?
Podríamos hablar de sombras,
de eternas noches
que debí atravesar para llegar aquí.
Podríamos tratar de ver
cómo se siente una estrella fugaz
cuando no pertenece a ninguna parte.
O cuando parte de un origen
dejó ya de ser origen.
Habría que hablar de los que callan,
urge hablar de los que mienten,
de los que ríen mientras otros lloran.
Habría que sentir un poco de tiempo que viene,
que no es todo rosa ni todo fuego.
Es la sombra del futuro que proyectaron
con las armas del presente.
Deberíamos hablar de las risas que no se oyeron
porque no hubo risa la madrugada del 20 de junio,
al caer sobre los hombres
la relampagueante oscuridad
que terminó con sus premisas.
Habría que entendernos,
ustedes, nosotros, los que van y los que venimos.
Saber hacia dónde vamos.
Saber por qué existimos.
Creer para poder hacer
juntos un tiempo mejor,
arrancando de una historia futura
que jamás debió suceder.
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